¡De la Palabra a la fidelidad creativa!

“Nuestra carta son ustedes, carta escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres. Ustedes son una carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espiritu de Dios vivo, no en tabla de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones. Esta es la confianza que tenemos delante de Dios por Cristo. No que por nosotros mismos seamos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitò para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu de vida”  (2 Cor 3, 1-6).

La persona consagrada a medida que avanza en la Vida Religiosa permite que la Palabra de Dios de forma a su existencia, hasta que su vida asuma gradulamente sus características. Las normas son instrumentos necesarios, pero es la Palabra que convierte, plasma y habita en una persona consagrada.

Decia San Francisco de Asís que el Evangelio es la norma fundamental de cada vida cristiana. Todas las demás reglas no sustituyen la Escritura, sino que son solo un instrumento para comprender y vivir concretamente las exigencias. En este sentido los Fundadores han recibido el don de una Forma Vitae, un Carisma específico que, vivido en una coherencia de vida exitosa, se ha traducido en una Regla.

En tal contexto la Regla se convierte en el instrumento objetivo en el cual una persona consagrada mide su proprio camino, la pertenencia a una Comunidad, su fidelidad al Proyecto asumido. La Regla, entonces, aparece como una coherencia evangélica capaz de fecundidad que necesita sí de obediencia, pero en una fidelidad dinámica que le impide de cristalizarse. Es en esta lógica que nuestra Congregaciòn ha realizado el proceso de actualización y revisión de las Constituciones y del Directorio.

Los textos legislativos, formando parte del Derecho Propio de un Instituto Religioso, siguen el proceso del Carisma que es una gracia del Espíritu nunca dada de una vez por siempre, o solamente al Fundador, sino un don en continuo devenir, en perenne evolución, trasmitido constantemente a los discípulos que en el tiempo entran a formar parte de una determinada Familia religiosa. Por esto las Constituciones, que constituyen el código fundamental de un Instituto Religioso de vida apostólica, tienen necesidad de periódicos itinerarios de actualización y revisión para permanecer atentas a los signos de los tiempos, al paso con la Historia, en permanente diálogo con las exigencias de la Iglesia y del Mundo. En un tiempo además, como el nuestro, caracterizado de inestabilidad, liquidez, rapidez, aunque los tiempos de revisión se acortan y los textos normativos son destinados a registrar  cambios más veloces, perdiendo las características de estabilidad largas y consolidades, para adquirir los rasgos de una mayor agilidad y flexibilidad.

Mensaje de la Madre Tanina Nicolaio